miércoles, 1 de mayo de 2013

AL OTRO LADO



       



    Un simulacro de parque en medio del asfalto separando los dos sentidos de la calzada. Dos filas de coches, a ambos lados, escupiendo ruido y humo. 
   Mientras me dejaba empujar por el tráfico, he girado un momento la cabeza y, a través de la ventanilla, ha impactado mi retina la imagen de un hombre joven que, derruido en uno de los bancos, miraba el paso de los vehículos con ojos de distancia. 

   A juzgar por el deterioro de sus ropas y la expresión ausente de su mirada, me ha bastado un instante para darme cuenta, con la claridad de un relámpago, de que se me había mostrado el icono más crudo de la soledad. 

   ¿Qué quedaría en él de los sueños que un día poblaron su cabeza? ¿Quién le habría arrebatado su cobijo? ¿En qué orillas de la vida se le habrían roto las caricias? ¿En qué partida cruel habría perdido los afectos? ¿Qué vivencias de su historia personal, o qué personas, le habrían arrancado de la mirada el último relumbre de esperanza? 

   No llevaba respuestas escritas en su cara, aunque era evidente que se hallaba al otro lado. Al lado de aquéllos que llamamos perdedores. De esos seres, demolidos, a quienes les cuesta levantar del banco cada mañana las ruinas de su cuerpo; a quienes la injusticia, la genética o la deshumanización han convertido en vulnerables en manos de los que dominan el juego con las cartas marcadas. 

   Uno más, arrojado a la calle.    

   Sólo él, sabe cómo y por qué.

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