sábado, 6 de diciembre de 2014

CONVERTIRME EN ESPEJO

            
               

                                       
            Igual que el agua mansa
            refleja los perfiles
            del paisaje,
            quiero que tu mirada
            se remanse en la mía.
            Que nuestros corazones,
            como el río y el cielo,
            hallen la simetría
            del latido.

          

            Sumergirme contigo,
            como el cielo en el agua,
            por este curso incierto
            del tiempo que nos lleva…

            Dejar que cada instante
            te acerque a mis orillas,
            ser tu mar y tu puerto,
            navegar en tus sueños,
            convertirme en espejo,
            apacible y sereno,
            de soles y de nubes…

            Devolver tus sonrisas
            y diluir tus penas.


           © Consolación González Rico

lunes, 27 de octubre de 2014

DUEÑOS Y ESCLAVOS


Cuando escribí “Una mujer de la Oretana”, nunca pensé que se me ocurriría componer una trilogía con los ascendientes y descendientes de Crisanta, protagonista de la novela, pero un buen día, decidí que la historia merecía un antes y un después.
La ejecución de la precuela (más de doscientas páginas), apenas si me llevó medio año. El último capítulo escrito de la secuela (trece folios), ha absorbido casi mes y medio de mi tiempo.

Ya estaba escrito que el hijo de Crisanta se exiliaría a Francia con su familia en 1941, y que lo harían por las “vascongadas”, para más señas. Lo que no pensé entonces, por carecer de interés para un hilo narrativo que terminaba ahí, era que en un futuro, presente ahora, mis personajes iban a darse de bruces con la ocupación alemana. Este hecho no es banal, y me ha obligado a estudiar geografía e historia a partes iguales: la que no me enseñaron en la escuela ni en el instituto, y la que yo tampoco me ocupé en aprender.
¿Por dónde conduciría hasta Hendaya a mi familia de exiliados? ¿De quiénes me valdría para dejarlos en la costa francesa ocupada por los nazis? ¿Quién o quiénes los ayudarían a burlar la vigilancia, para pasarse a la Francia de Vichy antes de caer en manos alemanas?

Confieso que dar respuesta con cierta solvencia a las tres preguntas anteriores, me ha robado la calma, me ha mantenido largas horas buceando entre documentos, físicos e informáticos, hasta casi faltarme el oxígeno, y sobre todo, me ha hecho entender la sabia sentencia que solía repetir mi madre con la intención de educarnos para la vida: De la palabra que callas, eres el dueño, de la que dices, el esclavo. 
    También de la que escribes. 

Consolación González Rico

viernes, 24 de octubre de 2014

DÍA DE LAS BIBLIOTECAS: LOS CLUBES DE LECTURA

 
Club de Lectura de la Biblioteca Municipal de Olías del Rey -22 de octubre de 2014-


  Mi pueblo no tenía biblioteca. Tan solo en la escuela, un pequeño armario de madera carcomida, con vitrinas de cristal, guardaba algunos libros amarillentos; entre ellos los cuentos de Grimm que desbocaban mi imaginación.
  Hoy, por fortuna, en cada localidad, en cada barrio, los libros esperan en nutridas estanterías una mano salvadora que propicie el viaje mágico de la lectura; ese recorrido iniciático de mente a mente, de corazón a corazón.

   Lo que no podía imaginar entonces, era que en 2014, en las actividades programadas alrededor del Día de las Bibliotecas, una obra narrativa mía, mi primera novela escrita, aunque cuarta en orden de publicación, iba a ser objeto de discusión y debate en un pequeño salón de actos de una biblioteca municipal: la de Olías del Rey.


Fotografía final, aunque no estaban "todos los que eran".  
  En mis ya numerosas visitas a las bibliotecas públicas, he podido comprobar la importancia de los clubes de lectura. Como focos de cultura generados en torno a un libro, estas reuniones literarias fomentan el pensamiento reflexivo y crítico, favorecen el intercambio de ideas y opiniones, abren la mente al conocimiento. Por otro lado, y en una dimensión más íntima, desarrollan el gusto por la palabra escrita, la sensibilidad, la imaginación, y a través de ella la capacidad para vivir mil vidas.

   Por eso hoy, 24 de octubre, deseo celebrar esta fecha rememorando mi último encuentro con los lectores y lectoras de Olías del Rey. Quiero destacar su participación activa y su entusiasmo; valorar el análisis, completo y minucioso, que realizaron sobre los movimientos conductuales de los personajes de Esclavos de un motivo, la novela que nos reunió el pasado miércoles a las cuatro de la tarde, cuando un sol inusual de otoño atravesaba las cristaleras del salón de actos.
   Fue grato y estimulante comprobar, una vez más, que cada encuentro enriquece; que cada lector siente contigo, revive contigo la historia que has creado, interpreta y recrea el libro que has escrito.

   Mis felicitaciones a cuantos propician, coordinan y forman parte activa de tan fructífera actividad.  

      Consolación González Rico

lunes, 15 de septiembre de 2014

PIEL NUEVA



Envidio la virtud de esos reptiles
capaces de vestirse
con piel nueva,
de abandonar en medio del camino
su camisa maltrecha,
desecada, sin brillo,
gastada en las batallas de la vida;
marcada en los mil lances
del amor y la guerra.

Y sin mirar atrás,
con su vestido virgen,
se adentran otra vez en la maleza,
dispuestos a enfrentarse a los peligros,
que aguardan escondidos
entre la selva agreste
de la cruel existencia.

Y una vez más, la lucha cotidiana,
porque estar vivos cuesta,
secará su vestido,
desgarrará su piel,
tallará dolorosas quemaduras,
cicatrices testigo
de la dura contienda.

Dichosa la virtud de esos reptiles,
que agotados en duelos y quimeras,
son capaces de volver al camino,
de dejar su ropaje
viejo y desarrapado entre las piedras,
para seguir, tenaces,
el reclamo instintivo
de la naturaleza.


 Consolación González Rico

sábado, 30 de agosto de 2014

A UN CORAZÓN CANSADO


Primero fue el silencio,
las preguntas al aire
negro y frío
de cielos sin estrellas;
las lágrimas secretas,
vertidas de la noria
de tus ojos,
que arrastraban pesares
por tu rostro de sombras.

Luego, la primavera
seguiría vistiendo
de verde las miradas,
de lluvia deseada
las tierras forasteras,
de margaritas blancas
las praderas lejanas...

Pero tú no escuchabas
la música del viento,
no podías sentir
la caricia del agua
saltando en el arroyo
entre las suaves piedras.
Ni el sabor a claveles,
después de haber perdido
sus labios de canela.

Tu corazón, cansado
por años de intemperie,
resistió en los veranos
sequías y tormentas,
vendavales de otoño,
huracanes de invierno,
temporales de nieve
que fueron sepultando,
entre los sueños rotos,
sin piedad, lentamente,
tus deseos más vivos,
tus esperanzas muertas.


Consolación González Rico

lunes, 25 de agosto de 2014

DE PASIONES Y CADENAS


Ayuntamiento de Burguillos, día 22 de agosto de 2014.
Presentación de la novela "Esclavos de un motivo",
clasificada entre las diez finalistas del L Premio Planeta

Eran las siete de la tarde. La Semana Cultural programada por el Ayuntamiento de Burguillos de Toledo se iniciaba con la presentación de mi última novela, Esclavos de un motivo, publicada por Autores Premiados; una historia de pasiones que aborda la inconsistente libertad de los actos humanos.
Las palabras brotaban con la misma naturalidad que hubieran surgido en cualquier reunión de amigos: los motivos que nos empujan a obrar, las causas internas y externas que condicionan nuestros actos, las pasiones humanas, capaces de convulsionar tantas veces nuestras vidas, hasta el punto de arrancar las voluntades como si fueran hojas.
De este modo, entre el calor de la tarde agosteña, fuimos descubriendo los entresijos de la historia de Andrea Morales, a quien una pasión inconveniente la encarceló en el pasado, y la hipocresía de una norma secuestró sus latidos de mujer. Las duras circunstancias que marcaron su vida, obligarían a esta doctora especialista en anestesiología a adormecer sus propios sentimientos, tal como hiciera en su tarea de anestesista con el cuerpo de sus pacientes.
Después, fuimos aproximándonos a cada uno de los personajes, a sus motivaciones más ocultas; las mismas que hacían girar la rueda de su existencia en la búsqueda muchas veces inútil de la felicidad.


Por último, llegó la pregunta final. La que daría pie a un coloquio rico y participativo:
¿Realmente somos libres? Y si aceptamos que nuestra libertad está condicionada, ¿cuáles son las cadenas que coartan nuestros actos?
De gran peso sin duda en el obrar humano, y así fue admitido y compartido por la mayoría de los asistentes, serían las circunstancias recogidas en uno de los párrafos de la novela, que bien pudiera encerrar el resumen de la tesis planteada en la misma: El lugar donde nacemos, la familia, los estereotipos culturales o religiosos que se nos transmiten, las personas que nos vamos encontrando en nuestro caminar, los sentimientos que éstas llegan a despertar en nosotros, no son otra cosa que eslabones de una misma cadena que nos hace prisioneros de la vida, apretando más y más el cerco en derredor nuestro.
Una tarde para guardarla en la memoria.
Y como no hay dos sin tres, parafraseando a Jónatan Fernández, Concejal de Cultura que promovió esta actividad literaria, cierro mi reseña manifestando una intención y un deseo: yo también “sueño con el retorno”.  

Consolación González Rico



martes, 29 de julio de 2014

DETRÁS DEL SILENCIO


Torrecilla de la Jara. Camino que bordea el río Castaño.
-Julio de 2014-


Junto a la tapia blanca
que cobija el silencio,
camino polvoriento
de cardos abrasados,
siento bajo mis pasos
pisadas de otros días,
huellas lejanas
sobre la tierra ardiente
de aquéllos que descansan
detrás del muro incierto.

Sus carreras gozosas
en la edad más temprana,
cuando el amor urgía
los felices encuentros
en primaveras verdes
de trigales y besos.

Su regreso cansado
del trabajo en el campo,
helados por el frío
los huesos y el aliento;
pies y manos de escarcha
entre hileras de olivos,
recogiendo los frutos
de las ramas y el suelo.

Y el sudor en su piel,
hábito salvador
en veranos de fuego,
amanojando espigas,
entre mares dorados
por soles justicieros.

Y la marcha extenuada
de mujeres tenaces,
que portaban calladas
el peso de sus cestos,
tras horas, de rodillas,
al borde del arroyo,
vuelos de ropa y manos
del agua al lavadero.

Antes de abandonarte,
camino polvoriento,
vuelvo mis ojos
hacia la tapia blanca,
que cobija el descanso
de quienes ya se fueron…
Detrás de aquellos límites,
todo es paz y silencio.

Consolación González Rico


miércoles, 11 de junio de 2014

HOY SALDRÁS A LA VIDA


Miras crecer la luna
entre brillos azules
que detienen tu sueño.
Caen sobre tu cuerpo
las hojas muertas
en los otoños de la tarde,
flores marchitas
de calendarios viejos,
que brotaron con miedo
en mañanas de luz.

Una lluvia de fuego
te arrasa las mejillas,
y en tu pulso palpita
ese adiós nunca dicho
que gritan sus silencios
en la sed de tu piel.

Se te gastan los dedos
de dar cuerda a un reloj
que no marca sus horas
al lado de las tuyas.

Ha llegado la hora
de descorrer cortinas,
para que el aire irrumpa
por las ventanas ciegas
de tu casa de sombras.

Dejarás de buscar
entre antiguos volcanes
hundidos en la nieve.
Dejarás de esperar
en andenes oscuros
de estaciones vacías,
sin trenes ni viajeros.

Ha llegado la hora
de aligerar el peso
que soportan tus días,
desnudos de ilusiones.
Hoy borrarás su nombre
de tus venas cansadas…
Hoy saldrás a la vida.
¡Volverás a nacer!


Consolación González Rico

miércoles, 7 de mayo de 2014

SOMBRAS


Un silencio azulado
envuelve tus orillas,
golpea sin piedad
la roca de tu cuerpo,
derriba las torres
que en los días de luz
levantó la esperanza;
te ahoga con sus brazos
de sombra
y te deja sin alas,
cual gaviota herida.

Y escuchas en el aire
una canción de mar
que naufraga en tus venas,
con la cadencia vieja
de los días perdidos.

Y te dice que es tarde
para seguir soñando
playas de arenas blancas,
corales irisados
con que adornar tu pecho;
islas de flores y arcoíris
donde, en noches de miel,
las estrellas alumbren como soles,
y no mengüe la luna
ni se gasten los besos.



Consolación González Rico

jueves, 24 de abril de 2014

JARDINES DE NOSTALGIA


Torrecilla de la Jara, primavera de 2014

Al contemplar el campo
y sus colores,
que gritan primaveras
en silencio,
siento en mi piel la huella
de otros días,
añorados y hundidos 
en los surcos del tiempo.

Y el eco solitario
de mis pasos
evoca sensaciones
que se fueron:
la mano firme y tierna
de mi padre,
el croar verdinoso
en la acequia del huerto,
las golondrinas libres,
elegantes y raudas,
dibujando espirales
con tiralíneas negros;
sin posarse en la tierra,
casi rozando los confines
del cielo.

Las tardes persiguiendo mariposas,
diminutas palomas
de caprichoso vuelo,
entre los mil colores
de una alfombra
urdida de hilos verdes
y de pétalos.

El reclamo
de las rojas amapolas,
bellas y efímeras,
prisioneras fugaces
de mis dedos.
Y el desencanto
al presentir su muerte, 
mientras acariciaba
su negro corazón
de filamentos.

Primaveras de infancia,
¡jardines del recuerdo!

                      Consolación González Rico

lunes, 14 de abril de 2014

REPÚBLICA Y COEDUCACIÓN


       “La maestra se colocó en una esquina del encerado. En el centro, había escrito en mayúsculas una palabra cuyos trazos blancos destacaban sobre el rectángulo negro que se pegaba a la pared, y con el puntero rodeó la palabra varias veces antes de pronunciarla: COEDUCACIÓN.
Después de repetirla despacio, deletreando cada sílaba, los invitó a que la corearan con ella, y el aula se llenó con los ecos de una voz cuyo significado desconocían.
—¿Alguno de vosotros sabe lo que quiere decir la palabra coeducación?
Unos se encogieron de hombros, otros negaron con la cabeza, y hubo quien respondió con un no displicente o curioso, que entre la cuarentena de discípulos que llenaban el aula, podían encontrarse actitudes de lo más dispares. La más chocante fue la de Manuela, la compañera de pupitre de Ricardo. Un redrojo que no le llegaría a la barbilla, flaca y pizpireta. Desde que los sentaran en el mismo pupitre, ella no había parado de mirarle. Cual si en su cara tuviera escrito el muchacho cuanto en la escuela pudiera en ese día aprender. Y lo hacía con desparpajo, como si el hecho inusual de compartir el mismo banco fuera lo más natural del mundo.
Ni corta ni perezosa, alzó la mano y habló:
—¿Puedo decir una cosa, señorita Aurora?—le espetó Manuela a la maestra adelantándose a la explicación.
—Claro que puedes. Adelante—respondió ésta encaminándose hacia el pupitre, mientras Ricardo volvía a sentir por segunda vez un arrebato de calor en las orejas.
—¿Nos vamos a quedar siempre en esta escuela? Es que a mí me gusta más que estemos así... todos juntos—dijo la niña poniéndose en pie.
Si las miradas hubiesen tenido el don de derretir cuerpos y borrar palabras, muchos de los recientes compañeros de Manuela habrían hecho desaparecer a la chiquilla y al eco de su voz de pito, que por unos instantes, los mismos que se tomó la maestra para responder, siguió sobrevolando sobre sus cabezas.
—Así me gusta —dijo doña Aurora, al tiempo que le atusaba la raya y el nacimiento del flequillo, rubio como la paja—. ¿Cómo te llamas?
—Manuela González Molina, para servir a Dios y a usted.
—Puedes sentarte —añadió la maestra.
Y enseguida, tomando como punto de partida la pregunta de la niña, comenzó a explicarles lo que había detrás de aquella palabra tan rara que les llamaba la atención desde el encerado, y con la que ninguno se había topado antes; ni escrita en el catón, ni en boca de los maestros, ni en su casa ni en la calle.
—Sabéis que desde hace unos meses han cambiado muchas cosas en España. El rey ya no está, y tenemos un presidente de gobierno… don Manuel Azaña—instintivamente todas las miradas gatearon por la pared del aula hasta el retrato del hombre con gafas redondas que ahora ocupaba el lugar del rey—. Sí, ahí lo tenéis—dijo señalando el retrato—. Desde el 14 de abril, más de medio año ya, España es una República y Azaña su presidente. Todos tenemos la misma ley y los mismos derechos. Todas las personas somos iguales, sin diferencias entre ricos y pobres, hombres o mujeres, niños o niñas. Y por eso, porque sois iguales, desde hoy vais a aprender juntos. Vais a jugar juntos. Os vais a educar juntos.
Unos la escuchaban con atención, otros bostezaban, alguno se rebullía en el banco de madera, y todos eran demasiado pequeños para comprender lo que la señorita Aurora se esforzaba en explicar”.

 (Fragmento de mi novela en construcción “El sueño del retorno”, secuela de “Una mujer de la Oretana”).



                                                          Consolación González Rico

jueves, 27 de marzo de 2014

LA OTRA MUERTE


Mueres cuando detienes
tus pasos
y encarcelas palabras,
cuando doblegas
la rodilla a la vida,
cuando dejas que los sueños 
se escapen
del cuenco de tus manos,
como se escapa el agua.
Cuando el miedo
paraliza tus brazos
y ahoga las caricias
tanto tiempo guardadas.

Mueres cuando el silencio
y la fatiga
te vacían por dentro,
y el hueco de la ausencia
te llena las entrañas.
Cuando las huellas
de quien tanto amaste
se borran de tu piel
con la lluvia heladora
de la desesperanza.

Mueres cuando el dolor
se hace costumbre,
y de tanto dolerte
ya no duele.
Cuando la soledad
arranca de tu carne
esa espina dorada
que te sangraba dentro,
y ya no sientes nada…

Y una noche cualquiera,
hasta tu almohada blanca,
una lágrima fría,
la última tal vez,
se vierte por tu cara.


Consolación González Rico

viernes, 21 de marzo de 2014

SUEÑOS EN LA VENTANA


Un batir de alas negras
sobrevuela silencios,
las palabras se empujan
entre labios heridos,
tiembla el invierno seco
en los pliegues del alma,
vuelve la primavera
a tu cuerpo cansado.

Te perturban los trinos
que nadan en el aire,
que atraviesan las ondas
sin rejas ni ataduras.
Tienes miedo a los brotes
de flores que reclaman,
entre espinas punzantes,
caricias de tus dedos.

Y otra vez vestirás
el mismo traje verde,
abrirás las compuertas
al agua que se escapa.
Entonarás un canto
de pentagramas viejos…
¡Dejarás que los sueños
crezcan en tu ventana!

            Consolación González Rico


martes, 11 de febrero de 2014

TAMBIÉN LAS AVES



Hoy no hay sol en el cielo,
sólo un crespón ceniza
que te envuelve.
Los copos se diluyen,
y lamentas que nunca
llegarán a ser nieve.

Hoy no ha acudido a tu ventana
ese pájaro fiel
con el que hablas;
también la aves,
terminan por cansarse
de compartir nostalgias.

Hoy, al levantar los ojos
hacia el nido vacío
que albergas
bajo el alero de la entrada,
no sientes el alivio
de otras veces:
por más que el calendario
acerque primaveras,
no siempre vuelven
las golondrinas a tu casa.

Hoy tu sangre se mueve
con pereza,
y tus pasos te pesan
cuando andas.

Hoy necesitas un cielo brillante
que devuelva el color
a la esperanza.



      Consolación González Rico

viernes, 17 de enero de 2014

PERSECUCIÓN EN POITIERS


Iban los cuatro camino de París y se detuvieron en Poitiers. Aparcaron el R19, color tungsteno, muy cerca de una pequeña plaza donde lucía en su centro una estatua de Víctor Hugo. Ése fue el único detalle que ella, aficionada a los escritores franceses del XIX, guardó instintivamente en su cabeza.
Luego, de la mano de sus dos retoños, deambularon por la ciudad durante horas, sin acordarse del coche ni de Víctor Hugo.

Las sombras de la tarde comenzaron a borrar la orientación y las calles, los niños se hallaban al borde del agotamiento, y urgía retornar al coche tungsteno, abandonado junto al monumento del escritor.
Ella, que presumía de un francés más que aceptable, abordó a unos cuantos transeúntes intentando localizar la plaza donde aguardaban su regreso el escritor y el coche. ¡Nada!
—¡La Gendarmería! —gritó de pronto como si viera el cielo abierto.
Entraron. Unas breves explicaciones bastaron para que los gendarmes ubicaran rápidamente las coordenadas de su interés. No estaba cerca. Indicaron a la mujer que los siguiera, descendieron al parking y la sentaron en un coche patrulla.

Lo que sucedió después, bien podría ser una escena cinematográfica extraída de una comedia americana:
A velocidad de vértigo, los defensores del orden se lanzaron por las calles de la ciudad, mientras ella, en la parte trasera del vehículo, apenas era capaz de sujetar el cuerpo ante las sacudidas de las curvas.

Pero lo peor estaba por llegar. A mitad de camino, la pareja hubo de ocuparse de una detención. Frenazo, gritos, carreras y esposas.
Y así, compartiendo espacio con el detenido, como una vulgar delincuente, llegó la mujer a su estatua y a su coche.
—¡Síganos!—le ordenó el más alto sin más explicaciones.
Con el corazón encogido, voló ella al volante del R19 por las calles de Poitiers hasta la Gendarmería.

Allí estaban los tres. Esperándola.
—¿Por qué has tardado tanto, mamá? —le preguntó la pequeña con cara de sueño.
—¡Vámonos de aquí! Fuera os lo explico —respondió ella con cara de pocos amigos, al tiempo que se despedía de los gendarmes con un gesto leve de su mano derecha y un escueto merci beaucoup.

Desde entonces no he vuelto a Poitiers, aunque tengo la intención de hacerlo. No en vano, allí viví una de las aventuras más trepidantes de mi vida.

                                                      Consolación González Rico
                                                       

sábado, 11 de enero de 2014

ABRE TUS PUERTAS




No ocultes con silencios tus rincones,
que el viento los despoje de hojas muertas,
abre ya tus ventanas y tus puertas
aunque la nieve en ellos amontones.

Mejor abrir la casa a los ladrones
de soledades y de penas ciertas,
antes de que en tu oscuridad adviertas
que no te quedan restos de ilusiones.

No tengas miedo al frío del invierno
si compartes con alguien sus rigores,
y no olvides que el tiempo no es eterno.

Llama sin miedo cuando a alguno añores,
que tu voz fundirá el hielo interno
y de la escarcha brotarán las flores.

               Consolación González Rico

miércoles, 1 de enero de 2014

EL TIEMPO NO PASA POR EL PUENTE


El Puente Romano. Primavera de 2013
Es de piedra y la piedra lo sustenta. Cuando niños, oíamos decir que el puente era obra de los romanos, pero lo que más nos atraía de este enorme saurio, era cruzarlo cuando las aguas crecidas casi lamían nuestras botas de goma, cosa que sucedía en las épocas de lluvias, ahora inexistentes.

La primera vez que nos aventurábamos a desafiar el peligro, el corazón corría más que el miedo, y volábamos al otro lado sin mirar los remolinos ruidosos, del color del chocolate, que parecían llamarnos por nuestro nombre con insistencia.
Cruzando al otro lado. Primer día del año 2014
Hoy, en mi habitual paseo por los alrededores del pueblo, he contemplado el puente de piedra desde la perspectiva del tiempo. Además de los ejércitos de niños jugando a ser mayores, han pasado por él los antiguos moradores de las casas edificadas al otro lado del arroyo; aceituneros camino de los olivares, cuando la corriente cubría las pasaderas; amantes en busca de mares de trigo, en las primaveras verdes de la vida.
Rudimentario y sólido, por él no pasa el tiempo
Bajo su sólida estructura, han discurrido los torrentes y la lluvia mansa; el trabajo secular de generaciones de mujeres que golpeaban cestos de ropa contra las piedras, de rodillas en el suelo. Se han ocultado las ranas sedientas entre el cieno; se han desecado las ovas y se ha agrietado el limo devorado por el sol.

Y hoy, primer día del año, lo he sentido atemporal bajo mis pies. Sin marcas visibles a mis ojos. Inmutable. Casi eterno. Si el tiempo es la medida del cambio, de esos giros astrales que determinan calendarios y nos marcan la piel y el alma, puedo asegurar que el tiempo no ha pasado nunca por el puente de mi infancia.  
                                       
                                               Consolación González Rico