sábado, 10 de noviembre de 2012

EL PUNTO FINAL DE UNA NOVELA


    Después de dieciocho largos meses, otros tantos interrogatorios, y mil vueltas a la cabeza intentando que las piezas encajaran, ya puedo respirar tranquila. No sé muy bien si he abandonado a los personajes, o si son ellos los que se han cansado de mí. Lo cierto es que desde hace una semana no me dirigen la palabra; ni me asaltan con frases al dictado mientras frío un huevo, acciono el secador de pelo o intento conciliar el sueño. ¿Liberación o vacío? Yo diría que ambas sensaciones se alternan a partes iguales cada vez que llega el momento de poner el punto final a una novela.

     Y es que son tantos días caminando de la mano, procurando entender sus reacciones, hablando con ellos y por ellos, que los lazos se estrechan hasta convertirte en alguien de la familia. Esa familia que tú has creado. Con la que lloras y te ríes. Por la que tu mundo imaginario se apodera de tu mundo real. 
    Escribir y leer, me atrevería a decir que nos permite apropiarnos de otras vidas; vivirlas en primera persona, sobredimensionar nuestro mundo interior.

     Unos días de descanso, y comenzaré a volcar sobre el ordenador otras historias, lo suficientemente motivadoras para mí, que justifiquen dieciocho meses de absoluta entrega. 

2 comentarios:

  1. ¿A que parecen los hijos que ya volaron? Los personajes, quiero decir. Ley de vida. Ley de novelista. La felicidad del trabajo terminado tiene que ver con esa felicidad blanda y abandonada, con esa sensación de estar en el vacío.
    Ojalá esta nueva novela te depare éxito y alegrías venideras.
    Un beso.
    Pepe Quesada

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  2. Mucho sabes, amigo Pepe, de entusiasmos y abandonos literarios. Tú lo has dicho bien: "ley del novelista". O del relator, que tanto da. Flotas en una nube cuando los dejas y te dejan; vuelas sin norte entre la satisfacción y la vacuidad...
    Gracias por tus buenos deseos.
    Un abrazo.
    Consolación G. Rico

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