miércoles, 23 de enero de 2019

BUSCANDO UN SUEÑO



"Detrás del muro", el documental que anoche se estrenó en La Sexta, me lleva a pensar en el constante caminar del ser humano hacia ese lugar donde se halla el sueño de paz y pan, de solidaridad y de justicia, para muchos, tan solo palabras vacías de realidad.

Da igual si los hierros que dividen mundos separan México de Estados Unidos, África u Oriente medio de Europa; si el motivo del éxodo desesperado es el hambre o la guerra. Lo cierto es que en el corazón de los que buscan, habita esa ilusión que tantas veces se queda en el camino, y que, con cada tropiezo, se va trocando en desesperanza, en triste convicción de que se alarga el trayecto hacia la tierra imaginada, hacia el paraíso del bienestar y la abundancia. 

Testimonios de quienes hicieron el intento de alcanzar el muro desde Guatemala y México, nos hablan de asaltos a las escasas monedas que guardaron en los bolsillos para la travesía; de abusos perpetrados contra niñas que se convierten en madres; del desencanto y del miedo, de vidas que en ocasiones se pierden por el camino; de la desesperanza que obliga a abandonar el sueño y a desandar lo andado. De la pérdida de la fe que un día, desafiando temores y peligros, los empujó hacia la negrura de lo incierto. 
Porque cuando el sueño se apaga, y el desaliento hace nido en el corazón, muere el deseo de seguir intentándolo.
Porque, como confesaba un muchacho que hablaba con la madurez de un anciano, “es fácil curarse los moretones del cuerpo, pero no las dolencias del alma”. 

Y ante la crudeza de esta realidad, que podríamos hacerla extensible a otras geografías y contextos, yo me pregunto:
Cuándo este mundo de hielo, esta conciencia nuestra, endurecida con las imágenes que nos sirven cada día en el sillón desde la pantalla fría de la noticia, será capaz de entender que esta tierra grande alberga riqueza suficiente para que en ella broten la justicia y la paz.

Consolación González Rico

miércoles, 2 de enero de 2019

Sueños de pan y abrigo...



          Que el mar no siga siendo 
          despiadado sepulcro 
          de quienes buscan 
          horizontes de justicia.
          Que las olas no devoren
          sueños de pan y abrigo, 
          de brazos abiertos,
          de alambradas 
          convertidas en flores
          para acoger 
          al hermano que llega.

          Que el cordón umbilical
          de la vida 
          no se estrangule 
          en sus abismos negros, 
          que no cieguen sus aguas 
          los ojos inocentes, 
          privados para siempre de la luz,
          de la tibia dulzura
          del pecho de una madre...

          Que antes de armar 
          las manos que disparan
          en las guerras ajenas
          a los hijos de otros,
          antes de destruir 
          sus juegos y sus risas,
          pensemos en los nuestros...

          Que abramos otras sendas,
          más allá de valores materiales,
          por las que caminemos 
          de la mano
          por esta tierra grande,
          en la que todos, 
          sin mirar condiciones 
          ni colores, 
          geografías ni credos,
          seamos al fin capaces
          de caminar en paz.

                Consolación González Rico