viernes, 26 de enero de 2018

La calma de las arañas, primeros vuelos



   En ocasiones, cuando dejas que una novela vuele a las manos de los lectores, sientes que te has lanzado con ella en paracaídas y te posee el temor de que éste pudiera no abrirse.

   Confieso que nunca me había ocurrido, pero con mi quinta novela, “La calma de las arañas”, mucho más arriesgada que las anteriores, me preocupaba imaginar cómo movería las alas, lejos ya de mi control.

   Cuando decidí adentrarme en el mundo de las prisiones, cuando me planteé reflexionar desde la ficción acerca de las causas que pueden conducir a la privación de libertad, todo me resultaba lejano, desconocido: entorno, personajes, situaciones... Pronto me daría cuenta de lo mucho que esta historia, tan intrincada como atrayente, iba a aportarme como escritora y como persona.

   Hoy, a poco más de un mes de su presentación en la Biblioteca Santa María de Benquerencia de Toledo, mi satisfacción no puede ser mayor: los comentarios de los lectores, aunque algunos puedan resultarme inmerecidos, son para mí un indicador de que el esfuerzo mereció la pena.

   Gracias por leerme, y por el cariño con el que acogéis mis escritos.
   
        Consolación González Rico


“Me parece una obra maestra. Hace mucho que no leo ni en la narrativa actual (que suelo huir de la más mercantil) ni en muchos clásicos una historia tan dura y tan buena a la vez. Tan original y cuyos personajes, gracias a la facilidad que la autora tiene para crear esos perfiles psicológicos, son tan creíbles, tan convincentes, tan verdaderos que parece que son ellos los que han creado la historia y no la autora.”

Carlos Bustamante

(Fragmento del último comentario publicado en Amazon, 24 de enero de 2018)

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sábado, 6 de enero de 2018

EN SILENCIO…


   Oigo tu llanto
   detrás de los cartones,
   presiento el frío que hiela tu cuerpo,
   sacude mi conciencia el hambre
   que devora tu carne,
   me avergüenza vivir en este mundo
   que cierra los oídos y los brazos
   a tu queja inocente,
   a tus lágrimas,
   a tus noches oscuras y largas,
   a tus días sin risas ni juguetes,
   a tu infancia truncada
   por el dolor y el miedo...

   Y me traspasa el alma 
   esa mirada triste que reclama la mía,
   que me grita socorro en silencio.

        Consolación González Rico