jueves, 31 de marzo de 2016

UNA TARDE CUALQUIERA



Cae la ausencia
como lluvia silente,
sus gotas se desprenden
muy despacio,
sin apenas sentirse en la piel.
Diluye lentamente
el color de los sueños,
las huellas de los besos,
el sabor a uvas negras
de sus ojos de ayer…

Detrás de la ventana,
los cristales te ofrecen
los grises de la tarde,
la hierba se oscurece,
y se apagan de pronto
las flores amarillas.
Miras al cielo en sombras,
y sientes en el pecho
que estalla la tormenta,
y las nubes acuden a tu rostro,
y tus manos, vacías de sus manos,
se convierten 
en diques de tus lágrimas.

Consolación González Rico