sábado, 30 de agosto de 2014

A UN CORAZÓN CANSADO


Primero fue el silencio,
las preguntas al aire
negro y frío
de cielos sin estrellas;
las lágrimas secretas,
vertidas de la noria
de tus ojos,
que arrastraban pesares
por tu rostro de sombras.

Luego, la primavera
seguiría vistiendo
de verde las miradas,
de lluvia deseada
las tierras forasteras,
de margaritas blancas
las praderas lejanas...

Pero tú no escuchabas
la música del viento,
no podías sentir
la caricia del agua
saltando en el arroyo
entre las suaves piedras.
Ni el sabor a claveles,
después de haber perdido
sus labios de canela.

Tu corazón, cansado
por años de intemperie,
resistió en los veranos
sequías y tormentas,
vendavales de otoño,
huracanes de invierno,
temporales de nieve
que fueron sepultando,
entre los sueños rotos,
sin piedad, lentamente,
tus deseos más vivos,
tus esperanzas muertas.


Consolación González Rico

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