Envidio la virtud de esos reptiles
capaces de vestirse
con piel nueva,
de abandonar en medio del camino
su camisa maltrecha,
desecada, sin brillo,
gastada en las batallas de la vida;
marcada en los mil lances
del amor y la guerra.
Y sin mirar atrás,
con su vestido virgen,
se adentran otra vez en la maleza,
dispuestos a enfrentarse a los peligros,
que aguardan escondidos
entre la selva agreste
de la cruel existencia.
Y una vez más, la lucha cotidiana,
porque estar vivos cuesta,
secará su vestido,
desgarrará su piel,
tallará dolorosas quemaduras,
cicatrices testigo
de la dura contienda.
Dichosa la virtud de esos reptiles,
que agotados en duelos y quimeras,
son capaces de volver al camino,
de dejar su ropaje
viejo y desarrapado entre las piedras,
para seguir, tenaces,
el reclamo instintivo
de la naturaleza.
Consolación González
Rico
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