Caminaba
yo por la acera esta mañana cuando, a la puerta de una pequeña tienda de
barrio, mis ojos tropezaron con un modesto cartel: Hielos “La confianza”. No sería original el mensaje,
pero sí oportuno. Cargado de sentido en una sociedad como la nuestra,
donde la confianza se ha volatilizado y vaga en la nebulosa de los
valores perdidos.
Es
triste, pero cada vez somos más los ciudadanos que hemos perdido la confianza,
hartos de asistir inermes a nuevos casos de corrupción; a la venta de
ideologías políticas en aras del poder, a los desaciertos de instituciones
medievales que sobreviven a costa del erario público; a leyes que miden el
delito con criterios inversamente proporcionales a la salud de la cuenta
bancaria del infractor.
Si
necesitamos confianza para comprar unos cubitos de hielo, ¿cómo no vamos a
necesitarla a la hora de elegir a unos representantes que
antepongan los valores de justicia social y equidad a sus propios
intereses? Si nos han demostrado reiteradamente su incapacidad o su apatía,
¿quién nos asegura que en esta ocasión no van a hacer lo mismo?
Los
ciudadanos queremos que se remuevan los cimientos en la clase política; que la
honradez y el buen hacer sustituyan al engaño y a la
mediocridad; la acción, a la desidia, los compromisos sociales, al
contubernio con la banca. Porque si esto no sucede, cada vez seremos
más los que nos bajemos de aquellos trenes que no conducen a ninguna parte.
Y lo peor
es que, con la confianza perdida, ni compraremos hielo ni jugaremos a
la democracia.
Consolación
González Rico
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