No quiso saber
de calendarios,
cuando abrió los
ojos
al abrazo seco
de la
naturaleza.
Sus pétalos, ahogados
entre olas
de sol y
espinos,
claman a un
cielo hostil,
que les niega
el consuelo
de una nube
henchida de
agua fresca
para calmar su
sed.
Y la sedienta flor
de julio,
hasta su
muerte,
seguirá
soñando
con tormentas generosas,
con arcoíris
lejanos,
con caricias
de mariposas blancas,
con abejas
peregrinas,
con lunas
brillantes
para bañarse
en mares de
plata.
Con lluvias de
estrellas
y besos de
rocío.
Mientras la
vida aliente
en su último
pétalo,
intentará la
flor
olvidar la
maldición de su naufragio,
de su injusta
condena
en cementerios
amarillos
de primaveras calcinadas.
Consolación González Rico
No hay comentarios:
Publicar un comentario