viernes, 28 de diciembre de 2012

A VISTA DE PÁJARO


   Había pasado mil veces con el coche por Los Navalmorales, camino de Toledo. Recuerdo que siempre se me escapaban los ojos, con la rapidez del vuelo de un pájaro, hasta el cerro vigía que guarda el pueblo de los vientos del este; siempre he envidiado esa dotación de la naturaleza a las aves que solo se nos concede a los humanos en los sueños. Esta vez sucumbí a la tentación. No me llevaron las alas, sino unas botas de suela de goma y el deseo de mirar desde arriba; lo mismo que los pájaros. 

   Veinte minutos subiendo. El cielo se apretaba de nubes repletas de agua, que se removían a placer cada vez más cerca. Parece que nos vamos a mojar, le comentamos, ya casi en la cima, al hombre que iniciaba el descenso. Estábamos arriba. El aire, cargado de humedad. La ermita, envuelta en nubes grises y torres eléctricas (algún precio habría que pagar a cambio de tanta belleza). 

    
    Los cuatro puntos cardinales, a vista de pájaro para deleite de los ojos. 

     Fotos y descenso apresurado, sin paraguas, entre una lluvia tímida y fría. Un café para entrar en calor, y el regreso a casa.

Consolación González Rico. Los Navalmorales (Toledo)

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