Que el mar no siga siendo
despiadado sepulcro
de quienes buscan
horizontes de justicia.
Que las olas no devoren
sueños de pan y abrigo,
de brazos abiertos,
de alambradas
convertidas en flores
para acoger
al hermano que llega.
al hermano que llega.
Que el cordón umbilical
de la vida
de la vida
no se estrangule
en sus abismos negros,
en sus abismos negros,
que no cieguen sus aguas
los ojos inocentes,
privados para siempre de la luz,
de la tibia dulzura
del pecho de una madre...
Que antes de armar
las manos que disparan
en las guerras ajenas
a los hijos de otros,
antes de destruir
sus juegos y sus risas,
pensemos en los nuestros...
Que abramos otras sendas,
más allá de valores materiales,
por las que caminemos
de la mano
de la mano
por esta tierra grande,
en la que todos,
sin mirar condiciones
ni colores,
ni colores,
geografías ni credos,
seamos al fin capaces
de caminar en paz.
Consolación González Rico
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