A veces tengo miedo
de esta fosa abisal
que aparta nuestro tiempo,
de esperarte por siempre
entre flores marchitas,
de entregarte mis pasos
por los inviernos fríos
de los años de ausencia.
Miedo a que tus palabras
no rompan los barrotes
de las letras
para hacerse miradas,
labios, caricias,
sangre y latido juntos,
manantial transparente
sobre mi piel sedienta.
Y regreso al silencio,
encierro las preguntas
que me asaltan de noche,
encarcelo mis manos,
y me quedo parada
en el mismo camino,
que temo y reconozco,
de soledades viejas.
Consolación González Rico
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