Miras crecer la luna
entre brillos azules
que detienen tu sueño.
Caen sobre tu cuerpo
las hojas muertas
en los otoños de la tarde,
flores marchitas
de calendarios viejos,
que brotaron con miedo
en mañanas de luz.
Una lluvia de fuego
te arrasa las mejillas,
y en tu pulso palpita
ese adiós nunca dicho
que gritan sus silencios
en la sed de tu piel.
Se te gastan los dedos
de dar cuerda a un reloj
que no marca sus
horas
al lado de las tuyas.
Ha llegado la hora
de descorrer cortinas,
para que el aire irrumpa
por las ventanas ciegas
de tu casa de sombras.
Dejarás de buscar
entre antiguos volcanes
hundidos en la nieve.
Dejarás de esperar
en andenes oscuros
de estaciones vacías,
sin trenes ni viajeros.
Ha llegado la hora
de aligerar el peso
que soportan tus días,
desnudos de ilusiones.
Hoy borrarás su nombre
de tus venas cansadas…
Hoy saldrás a la vida.
¡Volverás a nacer!
Consolación González Rico
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