Escribir una novela es una
aventura: búsqueda, descubrimiento, aprendizaje, hallazgos, desafíos, escollos,
paréntesis forzosos, torrentes que fluyen con fuerza...
Desde el título a cada uno de sus
párrafos, guardan retazos del propio pensamiento y del propio sentir.
Presentar una novela es volver a dar
vida a sus páginas. He de decir que cada vez que me
enfrento a una presentación, me reencuentro con los personajes que he creado,
con sus porqués, sus emociones, su lucha por ser de carne y hueso... Y es
así, con esa humanidad, ficticia
y real al mismo tiempo, con la que trato de mostrarlos a los lectores. Y esa
misma vida, que quedó guardada en cada página durante la fase de construcción,
resucita cada vez que tengo que explicar sus entresijos, algo que para mí se ha
convertido en estos años en imprescindible y apasionante: he visitado decenas
de clubes de lectura y cada tarde la he vivido con la misma intensidad.
El día 5 de septiembre presenté La vida que perdimos en la localidad de Recas (Toledo), y esta
historia de exilios, de vidas arrancadas de su suelo, de personas que hubieron de
levantar su casa sobre cimientos que se removían, cobró realidad en un pueblo
que sabe de éxodos, de acogimiento y de brazos abiertos a personas y culturas
venidas de lejos.
He dejado aquí algunos momentos, que una
lectora capturó con su móvil, de una tarde literaria en la que volví a recorrer el
camino transitado en La vida que perdimos, acompañada de quienes recorrieron conmigo los entresijos de esta historia.
Consolación González Rico
(Vídeos realizados por María Jesús Palomares)
(Vídeos realizados por María Jesús Palomares)
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