Cae la
ausencia
como lluvia
silente,
sus gotas se
desprenden
muy despacio,
sin apenas
sentirse en la piel.
Diluye
lentamente
el color de
los sueños,
las huellas de
los besos,
el sabor a
uvas negras
de sus ojos de
ayer…
Detrás de la
ventana,
los cristales te
ofrecen
los grises de
la tarde,
la hierba se
oscurece,
y se apagan de
pronto
las flores
amarillas.
Miras al cielo
en sombras,
y sientes en
el pecho
que estalla la
tormenta,
y las nubes
acuden a tu rostro,
y tus manos,
vacías de sus manos,
se convierten
en diques de
tus lágrimas.
Consolación González Rico
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